Este tipo de complicidad sólo se ve hoy día en círculos muy privados de algunos festivales, y es algo que tiende a morir en un mar de paparazzis y blogueros indiscretos. Pero James Bacon era de otra pasta y de otro tiempo. Periodista de los que sabía calibrar el valor de una confidencia y de una amistad, y no estaba dispuesto a vender un reportaje o una entrevista a cualquier precio. Por eso siempre fué tan valorado.
Su vida dio un giro inesperado en 1958 cuando su empresa, la Associated Press, decidió enviarle a Los Ángeles desde su puesto en Chicago. Entonces comenzó una fulgurante carrera periodística como informador preferido de las estrellas de cine desde las páginas de Los Ángeles Herald-Examiner y, sobre todo, del todopoderoso The Hollywood Reporter.
James Bacon murió el pasado 19 de septiembre a los 96 años, dejando atrás un buen recuerdo en el mundo de la industria del cine y su propia estrella en el paseo de la Fama.
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