En mi primera visita a Salamanca mi compadre Juan Marcos, vecino ilustre de esa espectacular ciudad, me llevó a una de las entradas de la llamada Catedral Nueva, en plena plaza de Anaya, y me preguntó por lo que veía. Un astronauta contesté yo muy feliz de ver algo al fin tras la traumatica experiencia vivida dos horas antes ante el pórtico de la Universidad incapaz de vislumbrar la famosa rana. Pues ahora piensa en el significado de un astronauta en una catedral que data del siglo XVI, continuó con sonrisa pícara. Un servidor se pasó bastante tiempo dándole vueltas a un caso tan fascinante, hasta que el cabroncete se apiadó de mi en la cena y me contó la verdad. Esa zona quedó dañada por un bombardeo durante la Guerra Cívil y fue restaurada a comienzos de los noventa y de ese momento data el curioso personaje. Un bonito recuerdo de un viaje inolvidable para conocer una de las ciudades más fascinantes de nuestro país.
Y ahora me entero que ha aperecido con importantes daños, incluida la desaparición de un brazo. Que gran azaña. Quien o quienes fueran estarán satisfechos. Los vándalos abundan incluso en una de las capitales europeas de la cultura.