domingo, 7 de noviembre de 2010

Cuestión de huevos

Desde que Arturo Perez Reverte escribiera en su twitter aquello de " Por cierto, que no se me olvide. Vi llorar a Moratinos. Ni para irse tiene huevos. ", la pregunta que quedó flotando en el ambiente era si los hombres deben, o pueden, llorar. Cierto que Perez Reverte rectificó, arrepentido ante el chorreo que se le vino encima, pero el efecto ya estaba conseguido. Los periódicos, las tertulias radiofónicas y televisivas, los medios de internet... todo el mundo daba su opinión, con pros y contras a las lágrimas masculinas. Y, sobre todo, la eterna cuestión: ¿ un hombre es menos hombre por llorar en público o en privado ?
Dejando aparte que no conozco ningún medidor de hombría fiable, ni maquinita que nos diga quien es el más macho y porqué, jamás he pensado que llorar tuviera nada que ver con mi condición sexual. O lo que es lo mismo, conozco a mujeres que jamás derraman una lágrima, frías como témpanos, y pedazos de paisanos como armarios que son capaces de derramar una lagrimina ante la cosa más nimia, pero que a ellos les toca la fibra sensible.
Mi padre, auténtico ejemplo de buen hombre, y ya quisiera yo que mi hijo guardara en el futuro la mitad de la mitad del buen recuerdo que yo tengo del mío, era hombre, hombre con mayúsculas, de lágrima fácil. En cada cena de Navidad lloraba acordandose de su madre y de lo que ella disfrutaba de aquellas fechas. En casa ya era un clásico con el contábamos años tras año. Y ese es sólo un ejemplo de los muchos que podría contar, pero una de las últimas veces que le vi con lágrimas en los ojos fue al ver a su nieto comenzar a caminar.
Ya se sabe que la raza mejora, o puede que no, pero en mi caso de tal palo tal astilla. Me reconozco llorón redomado. Lloro por cosas que a otros le podrían estrañar. Cada vez que me acuerdo de Miguel Ángel Blanco, tal vez por que aquellos días quedaron muy dentro de todos nosotros, y de aquella tarde de sábado horrible en que apareció ya herido de muerte, no puede evitar soltar una lágrima. O más recientemente viendo Camino, para regozigo y cachondeo del cabroncete de mi hijo.
Pero lloro tambien ante cosas propias. La pérdida de un amigo, encontrar a una persona muy querida, y cuando ya estaba perdida toda esperanza, después de muchos años, el dolor de un ser querido, ante un acontecimiento feliz y especial... Y no se me caen los anillos por ello. Cada uno es como es, pero no me arrepiento para nada de demostrar mis sentimientos con total libertad.



Por cierto, el señor que aparece en la foto que acompaña a este comentario es
Jesse Jackson. Me imagino que sabéis quien es, pero por si acaso os recuerdo que es uno de los grandes activictas por los derechos civiles en EEUU, dos veces candidato en las primarias para la presidencia, 1984 y 1988, por el Partido Demócrata, y uno de los hombres de confianza del Dr. Martin Luther King. Precisamente con él estaba en The Lorraine Motel cuando fue asesinado el 4 de abril de 1968. La foto corresponde al momento que Barack Obama estaba dando su discurso como Presidente Electo en el Grant Park de Chicago, donde dijo si aún hay alguien que duda que América es un lugar donde todo es posible, que aún se pregunta si el sueño de nuestros fundadores esta vivo en nuestros tiempos y que todavía cuestiona el poder de nuestra democracia, esta noche tendrán la respuesta. Jackson estaba entre los miles de asistentes a un momento realmente histórico. Y aunque eran muchas las cosas que les separaban, como quedó claro en la campaña, la emoción del momento le pudo. ¡ Cuantas cosas le pudieron pasar a este buen hombre por la cabeza al ver a un político de color vivir un momento así ! Lágrimas y emoción, diga lo que diga Pérez Reverte, de un gran hombre con hueco, por muchas cosas, en la historia.