Septiembre de 1995. Festival de Cine de San Sebastián. Cines Príncipe. Un centenar de " chicos de la prensa " comienzan a ver la última película del director griego Theo Angelopoulos, ( El viaje de los comediantes, Los cazadores, Paisaje en la niebla, La eternidad y un día ) La mirada de Ulises, que venía de ganar el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes . Al cabo de casi tres horas apenas una docena reciben la luz de la sala al finalizar la proyección. Y es que, verdaderamente, que nadie espere una película fácil de ver o digerir. Todo lo contrario. Este Ulises se atraganta, con una lentitud que a muchos se les hace agónica, pero es un ejercicio perfecto de buen cine. Si entras no quieres salir, y en tras las escenas finales pides más, necesitas saber que puede ocurrir a partir de ese momento. En resumen, esos ciento setenta minutos se pasan casi en un suspiro y se hacen cortos. Esa es la magia del cine, que penetra de manera diferente en cada cabeza.
Harvey Keitel es un cineasta griego, pero residente en Estados Unidos, que vuelve a su patria para buscar unos rollos de películas de los hermanos Manakis, tal vez los primeros rodados en su patria y auténtico " santo grial " para él. Las circunstancias le obligan a viajar por los Balcanes, en pleno conflicto de los noventa, hasta llegar a una Sarajevo destruida y en los peores momentos del conflicto. Y es precisamente allí, entre la desolación y la muerte, donde se concentran los momentos más espectaculares, más emocionantes, los que terminan por arrastrarnos junto a Keitel en pos de un " sueño imposible " quijotesco.
Recienteme logré volver a verla tras localizarla en una de esas catacumbas a las que a veces bajo, con gran alegría por otra parte pues la recuperaba tras casi quince años, y la sensación de estar frente a una obra maestra fue la misma que el primer día. Si algún día está a vuestro alcance, previo milagro, intentarlo. Como decía mi abuela, con el no ya vas.
Harvey Keitel es un cineasta griego, pero residente en Estados Unidos, que vuelve a su patria para buscar unos rollos de películas de los hermanos Manakis, tal vez los primeros rodados en su patria y auténtico " santo grial " para él. Las circunstancias le obligan a viajar por los Balcanes, en pleno conflicto de los noventa, hasta llegar a una Sarajevo destruida y en los peores momentos del conflicto. Y es precisamente allí, entre la desolación y la muerte, donde se concentran los momentos más espectaculares, más emocionantes, los que terminan por arrastrarnos junto a Keitel en pos de un " sueño imposible " quijotesco.
Recienteme logré volver a verla tras localizarla en una de esas catacumbas a las que a veces bajo, con gran alegría por otra parte pues la recuperaba tras casi quince años, y la sensación de estar frente a una obra maestra fue la misma que el primer día. Si algún día está a vuestro alcance, previo milagro, intentarlo. Como decía mi abuela, con el no ya vas.