James Bacon fue un tipo con suerte. Basta recordar el día que no aceptó la invitación del millonario Mike Todd para dar un paseo en su avión por las montañas de Nuevo México. Aquello acabó en tragedia y fué el propio Bacon el encargado de darle la noticia a su viuda... Liz Taylor. Y es que al periodista le unía una gran amistad con la pareja, al igual que le pasaba con otras celebridades del Hollywood de la época.
Este tipo de complicidad sólo se ve hoy día en círculos muy privados de algunos festivales, y es algo que tiende a morir en un mar de paparazzis y blogueros indiscretos. Pero James Bacon era de otra pasta y de otro tiempo. Periodista de los que sabía calibrar el valor de una confidencia y de una amistad, y no estaba dispuesto a vender un reportaje o una entrevista a cualquier precio. Por eso siempre fué tan valorado.
Su vida dio un giro inesperado en 1958 cuando su empresa, la Associated Press, decidió enviarle a Los Ángeles desde su puesto en Chicago. Entonces comenzó una fulgurante carrera periodística como informador preferido de las estrellas de cine desde las páginas de Los Ángeles Herald-Examiner y, sobre todo, del todopoderoso The Hollywood Reporter.
James Bacon murió el pasado 19 de septiembre a los 96 años, dejando atrás un buen recuerdo en el mundo de la industria del cine y su propia estrella en el paseo de la Fama.