Pero eso es sólo una parte de la historia. Al final nada es lo que parece y Laura... bueno aquellos que ya la vieron ya saben lo que pasa, y el resto daros prisa antes de que el buen cine sea declarado ilegal.
Recuerdo que la primera vez que vi Laura me fascinó el personaje de Clifton Webb, tan estirado y elegante, con una agudeza brutal y una dosis de cultura incalificable. Aquella escena genial en que Waldo Lydecker está escribiendo en la bañera como si el resto del mundo no importara nada forma parte de los mitos de mi infancia.
Laura está basada en una novela de Vera Caspary, con guión de Jay Dratler, Samuel Hoffenstein y Betty Reinhardt, y la fotografía es de Joseph LaShelle, que le valió el único Oscar de su carrera.
Y la música, que permanece presente en toda la cinta, es obra de David Raksin, que se encargó de este trabajo tras rechazarlo Alfred Newman y Bernard Hermann. Y es de agradecer. La banda sonora de Laura siempre será recordada como una de las mejores de la historia del cine. Raksin logró que su melodía acompañara perfectamente el viaje que Dana Andrews hace a la alrededor de la vida de esa perfecta desconocida que era Laura. Tiempo más tarde Johnny Mercer le pondría letra convirtiéndola Frank Sinatra en un gran éxito. Laura es el rostro en la luz brumosa, las pisadas que oyes en el pasillo, la risa que flotaba en esa noche de verano que no puedes recordar...
Así es Laura... y Laura también.