domingo, 14 de noviembre de 2010
Joven, mujer y policía en Ciudad Juárez
Este es el adelanto del artículo de Jacobo G. García para Yo DONA sobre el paso dado por un grupo de mujeres en Ciudad Juárez para intentar atajar esa lacra y que sus hijos puedan disfrutar en el futuro de una mejor situación
El texto completo se publicará en el número 290 de YO DONA del 20 de noviembre.
Joven, mujer y policía en Ciudad Juárez
CIUDAD JUÁREZ (CHIHUAHUA).- ¿Se puede tener 20 años, vivir en un o de los lugares más peligrosos del mundo y querer ser policía? ¿Se puede hacer esto sin armas, sin presupuesto y en un entorno machista donde los únicos revólveres los llevan ellos? Pues así es en Práxedis, un pequeño municipio del Valle de Juárez, donde Marisol es desde octubre la comisaria-jefe del pueblo. Un logro que no termina aquí.
Como un movimiento silencioso e invisible que se extiende ridiculizando el machismo atávico de la región, pocas semanas después dos amas de casa, Verónica Ríos y Olga Herrera, volvieron a dejar a todos con la boca abierta al dar un paso al frente y aceptar el cargo de comisaria que no quería ningún hombre. Ambas vieron a Marisol en televisión y dijeron "si una chiquilla de 20 años puede hacerlo, por qué yo no", explica Olga. De la mano de Marisol, la historia de "una flor en el fango", como llegó a decir un columnista de Ciudad Juárez, va camino de convertirse en un ramo.
YO DONA ha convivido con Marisol Valle en Práxedis durante un día cualquiera. Un día en el que hay que terminar informes, escuchar a los vecinos, atender al alcalde o seleccionar el equipo de policías que le acompañarán en su nueva misión. Hasta ahí tareas propias de su nuevo cargo. Pero a Marisol también le tocó escuchar en la radio que a la entrada del pueblo, ese jueves 28 de octubre, aparecieron 5 muertos y 14 heridos cuando un comando atacó de madrugada un autobús cargado de mujeres que volvían de la fábrica (maquila) en dirección a Ciudad Juárez.
A Marisol le tocó también atender muchas entrevistas a medios y países de los que jamás había oído hablar y que siempre le preguntaban lo mismo: "¿y no tienes miedo?" La prensa le recordaba una y otra vez que han sido asesinados muchos alcaldes, que los ataques son continuos en la zona y que, sin ir más lejos, del anterior equipo de 18 policías que había en el pueblo, la mitad fue asesinado y la otra mitad dimitió un minuto antes de acabar como los primeros. Y ella, con su sonrisa casi adolescente,
contesta siempre lo mismo: "Claro que tengo miedo, todos tenemos miedo ahorita pero no temo un ataque porque esta policía será diferente y se centrará en lo social". Y añade una coletilla: "pero necesitamos que el miedo no nos venza. Me arriesgué porque quiero que mi hijo viva en un pueblo y un ambiente diferente a la que hoy tenemos".
Precisamente esa coletilla es la que, sin conocerse de nada, ha unido a Marisol, Olga y Verónica. "El caso de Marisol me terminó de convencer. Si allí hay una mujer pues por qué aquí no. Y mire usted, por encima de todo están nuestros hijos y hay que darles un futuro mejor a pesar de la crisis que estamos viviendo. Hay que rescatar los valores que se han perdido y que mejor que como policía", asegura Verónica Ríos, quien, además, afirma: "Aquí no hay empleo por el problema de la inseguridad, así que esta es otra forma de ayudar económicamente a mi familia". Las tres tienen en común que son mujeres, que tienen hijos y que viven en la región más violenta de un país que atraviesa su año más sangriento desde la revolución. 10.000 muertos en 10 meses, por culpa de la guerra 'entre y contra' el 'narco' emprendida por el presidente Felipe Calderón nada más llegar al poder en 2006.
Pero esa coletilla que incluye las palabras "hijos" y "esperanza" es la que las tres repiten en cada respuesta y es clave para entender su sueño de un México distinto y sin violencia. Donde sus hijos puedan quedarse a jugar en el zócalo del pueblo sin miedo a 'levantones' (secuestros), ejecuciones o extorsiones.
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El corazón habla del corazón
La figura de San Tomás Moro, patrón de los políticos y gobernantes, estuvo muy presente en todos los actos. El que fuera Gran Canciller y maestro de Enrique VIII fue encarcelado y decapitado por negarse a aceptar como válida la nulidad del matrimonio del rey con Catalina de Aragón. El hombre que supo mantener la templanza hasta el último instante ( Muero siendo un buen siervo del Rey, pero primero de Dios fueron sus últimas palabras antes de morir ), fue beatificado junto a John Fisher y otros cincuenta y dos mártires de aquel escarnio por Leon XIII en 1886 y, por fin, elevado a los altares por Juan Pablo II en el año 2000.
El Papa, que inició su andadura en Edimburgo, dijo en Glasgow una frase que pasará a la historia de esta visita: la evagalización de la cultura es de especial importancia en nuestro tiempo, cuando la dictadura del relativismo amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último. En estas palabras se ven claramente reflejado el espíritu del otro eje sobre el que giró su visita, el Cardenal Newman.
John Henry Newman fue un buscador incansable de la verdad. Fruto de la madurez de su pensamiento en 1945 se convirtió al catolicismo, iniciando un goteo incesante de conversiones que en los últimos tiempos se están convirtiendo en un problema tanto para la iglesia anglicana como para el Vaticano. Para poner orden a esta fuga, Roma proclamó el año pasado la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus.
El acto central de la beatificación del Cardenal Newman, cuyo lema fue Cor ad cor loquitur, El corazón habla del corazón, tuvo lugar en el Cofton Park de Rednal, en Edimburgo. Alli el Papa Benedicto XVI no perdió la ocasión de recordadr su delicada erudición, de profunda sabiduría humana y amor intenso por el Señor, que le llevaron a profundizar sobre la relación entre fe y razón, inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo.
Pero sin duda la frase que encierra todo el sentido de la peregrinación papal la pronunció en ese mismo acto. Con ella se resume todo el contenido de sus palabras: Inglaterra tiene una larga tradición de santos mártires cuyo valiente testimonio ha sostenido e inspirado a la comunidad católica durante siglos. Homenaje, sin duda, a todos los católicos perseguidos y humillados en el Reino Unido durante siglos. No en el tercer mundo, no en un país islámico. Aquí, en un país occidental, cuna de un imperio y reconocido reino cristiano.
Una visita, como se puede ver, intensa, llena de contenido y preludio de unos próximos años llenos de tensiones y que, muy probablemente, terminarán con el fin de una separación que ha llenado de dolor al cristianismo. Y una vista muy alejada a la que Benedicto XVI hace ahora a España. Las batallas son otras, importantes sin duda, pero sin el doloroso calado de siglos de odio y persecución.