La figura de San Tomás Moro, patrón de los políticos y gobernantes, estuvo muy presente en todos los actos. El que fuera Gran Canciller y maestro de Enrique VIII fue encarcelado y decapitado por negarse a aceptar como válida la nulidad del matrimonio del rey con Catalina de Aragón. El hombre que supo mantener la templanza hasta el último instante ( Muero siendo un buen siervo del Rey, pero primero de Dios fueron sus últimas palabras antes de morir ), fue beatificado junto a John Fisher y otros cincuenta y dos mártires de aquel escarnio por Leon XIII en 1886 y, por fin, elevado a los altares por Juan Pablo II en el año 2000.
El Papa, que inició su andadura en Edimburgo, dijo en Glasgow una frase que pasará a la historia de esta visita: la evagalización de la cultura es de especial importancia en nuestro tiempo, cuando la dictadura del relativismo amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último. En estas palabras se ven claramente reflejado el espíritu del otro eje sobre el que giró su visita, el Cardenal Newman.
John Henry Newman fue un buscador incansable de la verdad. Fruto de la madurez de su pensamiento en 1945 se convirtió al catolicismo, iniciando un goteo incesante de conversiones que en los últimos tiempos se están convirtiendo en un problema tanto para la iglesia anglicana como para el Vaticano. Para poner orden a esta fuga, Roma proclamó el año pasado la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus.
El acto central de la beatificación del Cardenal Newman, cuyo lema fue Cor ad cor loquitur, El corazón habla del corazón, tuvo lugar en el Cofton Park de Rednal, en Edimburgo. Alli el Papa Benedicto XVI no perdió la ocasión de recordadr su delicada erudición, de profunda sabiduría humana y amor intenso por el Señor, que le llevaron a profundizar sobre la relación entre fe y razón, inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo.
Pero sin duda la frase que encierra todo el sentido de la peregrinación papal la pronunció en ese mismo acto. Con ella se resume todo el contenido de sus palabras: Inglaterra tiene una larga tradición de santos mártires cuyo valiente testimonio ha sostenido e inspirado a la comunidad católica durante siglos. Homenaje, sin duda, a todos los católicos perseguidos y humillados en el Reino Unido durante siglos. No en el tercer mundo, no en un país islámico. Aquí, en un país occidental, cuna de un imperio y reconocido reino cristiano.
Una visita, como se puede ver, intensa, llena de contenido y preludio de unos próximos años llenos de tensiones y que, muy probablemente, terminarán con el fin de una separación que ha llenado de dolor al cristianismo. Y una vista muy alejada a la que Benedicto XVI hace ahora a España. Las batallas son otras, importantes sin duda, pero sin el doloroso calado de siglos de odio y persecución.
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