El próximo domingo Brasil vivirá la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales. Y con aires de sorpresa. Y es que nadie podía sospechar que Dilma Rousseff estaría a estas alturas de campaña pendiente de las encuestas, cuando hace poco tiempo gozaba de una ventaja de veinte puntos. Pero a la delfina de Luis Inacio Lula da Silva en el Partido de los Trabajadores le ha salido un hueso difícil de roer. José Serra, un viejo conocido de la política brasileña, esta vez al frente del Partido de la Social Democracia Brasileña, parece dispuesto a amargarles a los petistas su continuidad en el poder.
Serra es un hombre que viene de vuelta de todo, forjado en mil batallas, que perdió y ganó, y que tras ocupar mil y un cargos, entre ellos Gobernador de Sao Paulo, se enfrenta ante la batalla final de su carrera. O es presidente o se va a su casa definitivamente. Y no está dispuesto a arrojar la toalla tan facilmente. En estos momentos está tan cerca de Rousseff que casi la puede tocar con los dedos. Y eso lo saben en la maquinaria de Lula, donde el nerviosiso ante la idea de ser arrojados del paraiso está llevando a más de uno a actitudes violentas, como cada día se ve reflejado en las televisiones brasileñas.
Y además se añade la incertidumbre del impacto que la polémica sobre el aborto puede tener en los votantes. Unos y otros intentan alejar de su lado ese cáliz, pero está claro que las ideas pro abortista de Dilma Rouseff no han gustado nada ni a la iglesia católica ni congregaciones prostestantes, tan presentes y fuertes en América latina. Para evitar males mayores el Partido de los Trabajadores ha emitido un comunicado de la candidata garantizando que en caso de ganar no tiene ninguna intención de enviar al Congreso ninguna propuesta de ley en ese sentido. Pero esta afirmación no ha logrado calmar los ánimos, y los asesesores de Serra se frotan las manos pensando en la fuga de votos en estas últimas horas previas a la votación.
Pero hay otra variable tan importante, o más, en este rompecabezas brasileño. La candidata verde Marina Silva logró más de veinte millones de votos en la primera vuelta. Con los primeros números en la mano nadie le prestó la más mínima atención, pero ahora todas las miradas se han vuelto hacia ella. Aunque parece mantener una cierta neutralidad, un sondeo entre sus votantes parece indicar que más de la mitad estarían dispuestos el domingo a votar a Serra, mientra que sólo un 23 % apostarían por Rousseff.
Con estos mimbres solamente cabe preguntarse si es posible una derrota del Partido de los Trabajadores tan sólo unos días después de que Lula anunciara que el camino Dilma Rousseff hacia la Presidencia sería “ un paseo militar “.
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